Estamos cambiando y no nos hemos dado cuenta. La transformación de nuestro entorno parece perceptible, pero la indiferencia institucional y comunitaria ha abierto la puerta a una modificación paisajística, cultural, económica, social y productiva de nuestras montañas.
Desde hace muchas décadas, Colombia y Latinoamérica
han sido consideradas grandes fuentes de materia prima para los mercados
mundiales. Hoy, la percepción no ha cambiado mucho y no nos hemos preocupado
mucho por hacer que cambie. A pesar de ello, viene se viene generando una ola de
“avances” agroindustriales en nuestras montañas que, en el afán desmesurado y
no planificado de las autoridades gubernamentales por generar indicadores de
popularidad, ha generado un enorme detrimento de nuestro bien más preciado: El
Medio Ambiente y los Recursos Naturales.
Es claro que toda actividad humana es un factor de
contaminación ambiental. Sin embargo, la particularidad de algunos intereses
han permitido que el deterioro de nuestro medio ambiente tenga altas
revoluciones y una impresionante velocidad de destrucción antrópica. Una mafia
mega productiva y mega destructiva acosa nuestro territorio bajo una mirada
social inquieta que se limita a la persecución de una locomotora minera.
Hace unos meses escribía precisamente sobre el alto
impacto que generaría el establecimiento de cultivos de Gulupa y Aguacate en el
corregimiento de Palocabildo (Jericó), teniendo en cuenta su ubicación en la
parte superior de las captaciones de acueductos veredales y familiares. Hoy, el
impacto visual de dicho establecimiento se suma al temor generado por la venta
de nuevas fincas en el sector de Rio Frío (Támesis – Jericó) y otras zonas de
nuestro suroeste para cultivos similares. Nuestros afloramientos y recursos
naturales están siendo “víctimas” de una sociedad que busca acelerada y
desmesuradamente convertirlos en victimarios. Muchas consecuencias sólo serán
tangibles con el paso del tiempo y ya no habrá marcha atrás.
Nuestro territorio está cambiando y no precisamente
para embellecerse. La división social, generada alrededor de la falta de
respeto y tolerancia frente a las ideas y pensamientos del otro, nos ha
enceguecido de tal manera que no nos hemos percatado del inmenso daño que nos
estamos haciendo. Las nuevas vías, los cientos de metros de plástico, los
monocultivos y otras actividades agroindustriales se han apoderado del verde de
nuestras montañas y de sus recursos. Mientras tanto, el afán mediático de unos
cuantos no permite generar argumentos con fundamento en el conocimiento
académico, técnico y territorial. Se enseña y divulga sólo lo que conviene a
cada una de las partes.
Todavía estamos a tiempo de entender nuestro
territorio y los sueños de nuestras comunidades. Ante éste cambio, es hora de
quitarnos el velo que genera el famoso cáncer de “Cochise” y construir
territorio trabajando unidos por el
bienestar comunitario, la protección y conservación de nuestros recursos
naturales y del medio ambiente; y la garantía de que las futuras generaciones
puedan gozar de un mundo mucho mejor.
@pipecorreac
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