“¡El Genio está por ahí!. Anda con unos españoles, o algo así”. El mensaje fue entregado en un saludo de amigos, pero algo inquietante quedó en el ambiente. No es novedoso que El Genio venga a Jericó! No es novedoso encontrar españoles o extranjeros en nuestras calles! Sin embargo, la curiosidad mató al gato y rápidamente el contacto por whatsapp logró un encuentro a la mañana siguiente.
Carlota, Juan y Josmar; dos españoles y un venezolano
decidieron acompañar, por unas horas, a su amigo de travesía por parte de
Suramérica, para conocer aquel paraíso que tantas conversaciones ocupó en su
encuentro. Fueron menos de 24 horas en Jericó. Una jornada maratónica que
develó un edén entre las montañas, pero que dejó la espinita del pronto regreso
a la Atenas del Suroeste.
Carlota y Juan son un par de jóvenes Catalanes que
decidieron realizar una pasantía académica en Colombia antes de culminar sus
estudios en medicina. Josmar, es un venezolano de mil batallas. Un observador
del mundo que descresta con su curiosidad botánica. Nuestro encuentro fue cerca
de las 11:00 a.m. luego de que ellos disfrutaran de un “desayuno tranca’o” de “Mi
Chozita”. Arepa, huevo, buche y otras delicias culinarias de mis montañas
hicieron parte de su menú mañanero.
Teniendo en cuenta que su regreso estaba programado
para las 4:00 de la tarde, decidimos emprender camino hacia el Jardín Botánico.
La noche anterior habían acordado éste itinerario en su caminada nocturna al
“Morro El Salvador”. Nuestro recorrido inició por la “falda del comando” (80
escalas) pero, no habíamos puesto el pie en la primer escala, cuando tuve que
detenerme a observar su comportamiento. A medida que subían hacia la carrera
3ª, la observación de cada detalle reflejaba sorpresa en sus ojos y alegría en
sus rostros. Contenerme para apreciar aquella escena era una misión ineludible.
Logré darles alcance en la carrera 3ª pero, de la
escena en las escalas sólo había cambiado la inclinación. Nuestros nuevos
amigos observaban con detenimiento cada puerta, cada color … cada calado.
Hablábamos de su experiencia en Colombia pero sus ojos no se alejaban de nuestros
detalles arquitectónicos. Parar en el “portón rojo”, fue obligatorio para
lograr uno de sus recuerdos fotográficos en la corta instancia en Jericó… Lo
que ellos no sabía era que un lente seguía con admiración su paso por las
calles de nuestro pueblo.
Atravesar la puerta del Jardín Botánico “Los Balsos”
fue la oportunidad para apreciar de cerca, y con confianza, la multiplicación
exponencial de la admiración por un destino turístico. Entender que el paso de
lo urbano a lo natural estaba a detrás de una hermosa puerta, parecía sacado de
un cuento de hadas. ¡Otra foto en el puente! ¡Y ésta vez con nuestra cámara!
Pidió Carlota en medio de su asombro. Ésta imagen no la captó mi lente, pero si
la captó mi memoria. Una imagen imborrable de nuestros nuevos amigos.
Sus pasos dentro del Jardín Botánico eran lentos y
curiosos. El nivel de observación era digno de cualquier investigador botánico
o ambiental. Cada planta o animal despertaba inmediatamente su curiosidad y una
cadena de preguntas que “El Genio” y yo tratábamos de resolver con celeridad
para atender el siguiente cuestionamiento. Nuestro recorrido fue lento pero de
aprendizaje conjunto e intercultural.
Lastimosamente, el tiempo no es mejor aliado de las
visitas cortas a nuestro pueblo. La hora del viaje se acercaba y querían llevar
algunos recuerdos y productos de nuestro municipio. Cardamomo, café, lapiceros
artesanales, entre otros, hicieron parte de aquel equipaje que tiene como
destino familia y amigos de sus lugares de origen. Disfrutamos de un delicioso
almuerzo preparado por “El Genio” y, tras una agradable conversación al vaivén
de las hamacas, la llamada inexorable al “moto ratón” marcó el inicio de un hasta
pronto.
Desde la “Aldea del Piedras” iniciamos la ruta
motorizada hacia “la flota”. Llegar con diez minutos de antelación a la partida
del bus, fue la excusa suficiente para acceder a la petición de Carlota y
Josmar de bajar hasta “El Santuario”. Lo habían visto desde lejos y no se
querían ir sin visitarlo. A pie, y sin avisar a nuestros compañeros de
aventura, decidimos emprender la ruta por la carrera 4ª, pasar por el parque
“Fundadores” y regresar rápidamente por el mismo camino. El celular sería la
herramienta para reencontrarnos con “Genio” y Juan antes de la salida hacia
Medellín. Tres minutos antes de las cuatro, nos ubicaron en el sector de Boyacá
… en la mitad de la falda … y allí despedimos nuestros par de viajeros en moto.
A las cuatro en punto llegamos al Bus y el deseo de
no querer partir se notaba en la misma prisa que llevaba Carlota y Josmar.
“Último llamado, los estamos esperando” se le escuchó decir a “Peluza” el
despachador de la empresa de transportes. El momento de la despedida había
llegado. Un fuerte y cálido abrazo selló la cimentación de nuevos lazos de
amistad y el agradecimiento eterno de un jericoano que sintió como se
multiplicó el amor por su patria chica a través del corazón y los sentidos de
tres extranjeros. ¡Gracias Amigos!
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