Cuando hablamos del desarrollo de los municipios de nuestro país, es necesario volcar los ojos hacia diversas instituciones y personas que han perseguido el desarrollo de sus comunidades y territorios, logrando establecer canales de gestión efectiva con el Estado y otras instituciones privadas.
Las
Juntas de Acción Comunal –JAC-, de acuerdo a lo consagrado en la Ley 743/02,
son organizaciones cívicas, sociales y comunitarias de gestión social […]
integradas “voluntariamente por los residentes de un lugar que aúnan esfuerzos
y recursos para procurar un desarrollo integral, sostenible y sustentable con
fundamento en el ejercicio de la democracia participativa”, lo que las
convierte en la base de elección democrática para el desarrollo nacional.
El
próximo 24 de abril, las JAC de todo el país realizarán las elecciones de dignatarios
para el periodo 2016–2020, una fiesta democrática a la que los medios le han
dado poca relevancia durante más de una década, permitiendo con ello que se
ignore, por la mayoría de ciudadanos, la importancia de su participación en
éstas organizaciones de base y la relevancia de las mismas en el desarrollo del
territorio.
El
llamado hacia la participación ciudadana no puede seguir siendo ignorado. Vivimos
un momento coyuntural para el país, en el que es necesario aprender a trabajar
en equipo y a reconocer y afirmar al “individuo en su derecho a ser diferente,
sobre la base del respeto, la tolerancia a la diferencia…” como lo promueven
los principios del Desarrollo Comunitario en Colombia.
Las
JAC son la “expresión social organizada, autónoma y solidaria de la sociedad
civil” que más puede contribuir al fortalecimiento de los vínculos comunitarios
y a la evolución en la búsqueda de dignidad para cada ciudadano colombiano, su
fortalecimiento y reconocimiento efectivo se hacen fundamentales en el camino
del posconflicto.
El
ejercicio de promoción de las acciones comunales sigue siendo un gran reto para
el Estado y para las organizaciones mismas, sin embargo, es evidente que sólo
si logramos estrechar los lazos del trabajo comunitario y la construcción a
partir del ejercicio de la democracia participativa, lograremos prepararnos
efectivamente para la anhelada paz, de otra manera, los elementos generadores de
violencia en Colombia, seguirán multiplicándose por cada rincón del país.
Al
trabajo comunitario le debemos gran parte del desarrollo de nuestro país.
Reconocer su importancia es recuperar la memoria en aquellos elementos
positivos que, por falta de publicidad, se han ido perdiendo en el tiempo. Es
hora de pensar en la acción común!
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