A lomo de mula, transitando entre el ensordecedor silencio que sólo he percibido entre éste monocultivo, a la ausencia de paisaje le sobrevienen pensamientos de lo que era, lo que es y lo que será. Si, el transito por las montañas de Rio Frío hacía mucho tiempo no era tan helado. Y no era precisamente el clima. Camisilla, camisa, chaqueta y sombrero era suficiente atuendo para calentar el cuerpo, pero no el alma.
De repente, fue imposible dejar de pensar en la tan
aclamada Provincia del Cartama. Una iniciativa a la que se han sumado once (11)
municipios del suroeste antioqueño fundamentados en una posibilidad otorgada
por la Constitución Política a los territorios para que se ordenen alrededor de
sus “similitudes sociales, económicas, culturales y ambientales”. El haber
contado con una infancia correteada y cabalgada en ésta bella montaña de la
cordillera occidental, me lleva a aseverar que urgen iniciativas que ordenen el
territorio. Estamos perdiendo invaluables recursos en el afán económico. Pero,
¿es la Provincia la mejor manera de solucionar éste desorden territorial?
Ésta pregunta sólo se responderá en la medida en la
que los ciudadanos de a pie nos interesemos en participar en un proceso que
será trascendental para la región y para cada uno de los que soñamos en
construir futuro y familia en las montañas que nos vieron nacer. La
participación ciudadana en éstos procesos es un deber del Estado pero, como
dirían los abuelos, “allá no lo van a llevar de las orejas”.
En un momento crucial para Colombia, donde la unión
de voluntades ciudadanas se convierte en la única salida a las dificultades
generadas en la polarización politiquera, las propuestas que surjan de los
territorios y la articulación de éstas en los diferentes esquemas de
ordenamiento y planeación nacional, permitirán abrir las puertas a un
desarrollo nacional eficaz, eficiente y con verdaderos componentes de igualdad
en cada rincón del país.
Pero, al igual que las normas colombianas, mis pensamientos se pierden por instantes. Es
inevitable mezclar todos éstos sucesos con aquellos recuerdos de cabalgatas
entre potreros, haciendas y cultivos de papa, mora y frijol. Ahora los deseos
de observar la inmensidad de la vereda se estrellan, a tan sólo un par de metros,
con miles de pinos “exóticos”. Las grandes casas de cancel, los ladridos de los
perros y el silbido en los potreros han desaparecido. Los cantos de los pájaros
volaron en el cambio de ecosistemas.
Así, con el paso lento y seguro de mi cabalgadura, y ante
la imposibilidad de disfrutar de trinos de las aves que habitaban Rio Frío,
volví a pensar en el futuro de nuestras montañas en éste gélido desierto de
árboles. Algo podemos hacer! A pocos metros ya observo los primeros rayos
solares y la esperanza empieza a calentar el torrente sanguíneo y cada
articulación del cuerpo. La alegría poder sentir los primeros rayos de sol reafirma
mi posición de apostarle desarrollo sostenible de nuestro territorio.
Es hora de que las comunidades levantemos la voz y
utilicemos los espacios de participación que nos han sido otorgados
constitucional y legalmente. Nadie conoce mejor nuestras montañas que nosotros
mismos, quienes las hemos caminado por años y hemos aprendido leerlas. El
ordenamiento de los territorios no se
puede seguir construyendo en los escritorios de Bogotá y Medellín. El
ordenamiento del territorio debe ser escrito con la voz activa de las poblaciones
rurales, de otra manera, éstas desérticas plantaciones, seguirán extinguiendo
la vida de nuestros recursos naturales y de nuestras comunidades. La luz está
cerca y mi compañera de viaje acelera el paso porque sabe que se acerca su
merecido descanso. Desde el Alto del Comino seguiremos observando con un
panorama más alentador…
@pipecorreac
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