Recorrer permanentemente las montañas, cafetales, potreros y diversos cultivos de nuestras montañas; se ha convertido en la excusa perfecta para observar, aprender y disfrutar de un territorio donde el recurso hídrico es abundante pero no infinito. Un recurso natural que se ve amenazado frente al crecimiento desmesurado en actividades “productivas” que se expanden sin consideración o respeto hacia el medio ambiente y el desarrollo sostenible.
Inicio pensando en un comentario realizado en
Facebook por un amigo, en el cual, hacía referencia a la cantidad de “PLÁSTICO”
que se puede observar en una fotografía aérea (o panorámica en algunos casos)
tomada sobre el municipio de Jericó. Con su consideración, vinieron a mí un gran
número de recuerdos de conversaciones en diversas zonas rurales de nuestro
suroeste antioqueño y que, precisamente se han construido alrededor de una
preocupación por el crecimiento desmesurado en la instalación de sistemas de
producción bajo invernadero.
Las montañas del suroeste se han venido transformando.
Los monocultivos, invernaderos y otras actividades productivas, amenazan un
derecho fundamental de todos los hombres y mujeres que habitan el planeta: El
derecho al agua. La ONU, a través del comité de Derechos Económicos, Culturales
y Sociales -CESCR-, ha establecido que éste es “el derecho de todos de disponer
de agua suficiente, salubre, aceptable, accesible y asequible para el uso
personal o domestico”.
Igualmente,
la Observación General Nº15 del CESCR establece la calidad del recurso hídrico
como elemento indispensable en la garantía para la protección éste derecho
humano. La Corte Constitucional Colombiana, frente a éste aspecto, ha
considerado pertinentemente que [el agua] “por lo tanto no ha de contener microorganismos
o sustancias químicas o radiactivas que puedan constituir una amenaza para
la salud de las personas”[1],
reiterando con ello lo manifestado en la sentencia T-740 de 2011 donde
establece que “La calidad del agua apta para consumo humano implica la
existencia de unas condiciones físico- químicas y bacteriológicas que aseguren
su potabilidad”.
Si
bien, existe un crecimiento en el consumo de alimentos orgánicos y en la
implementación de métodos de producción limpia, parece que muchos campesinos,
empresarios y autoridades gubernamentales de nuestros territorios, aún ignoran
la necesidad de proteger y conservar el medio ambiente como estrategia para
garantizar el derecho a la vida digna de nuestra generación y de las
generaciones futuras. Es claro que la implementación de cultivos, u otras
actividades, en distancias inferiores a las reglamentadas implica un gran riesgo
para las fuentes de agua.
Vivimos
en un paraíso donde nuestra mayor riqueza se encuentra en el recurso hídrico y
hemos sido ejemplo en la protección del medio ambiente, sin embargo, nuestros
recursos naturales siguen siendo impactados ante ojos atónitos y mentes que se
desprenden de su corresponsabilidad. Finalmente proteger el recurso hídrico y
nuestro derecho al agua es responsabilidad de todos.
@pipecorreac
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