martes, 24 de mayo de 2016

Medio Ambiente sin Desarrollo Sostenible?

[Parte I]


Acabamos de conmemorar el Día Internacional de la Diversidad Biológica y, a pesar de los múltiples mensajes de redes sociales en pro de la protección del medio ambiente,  basta con una conversación en el territorio para identificar que los principios bajo los cuales se rige la Política Ambiental Colombiana, siguen siendo ignorados en la planeación de nuestras zonas rurales.


Siguiendo la costumbre de un “café mañanero” en el parque de Jericó, Antioquia; tal como suele suceder en todos nuestros municipios, las preocupaciones comunitarias se fueron incorporando en cada conversación. Me llamó la atención que sólo dos días después de conmemorar el DÍA INTERNACIONAL DE LA DIVERSIDAD BIOLÓGICA, muchas de esas inquietudes de comunidad se orientaran a la actividad agrícola y sus afectaciones al medio ambiente, especialmente frente a un recurso fundamental para la supervivencia humana como el recurso hídrico.

La venta de una de las haciendas más reconocidas en la zona del corregimiento de Palocabildo, ha prendido las alarmas en los habitantes del territorio. El inminente establecimiento de cultivos de  Aguacate y Gulupa en las zonas de afloramiento y captación del agua para acueductos como el de la vereda La Hermosa, tiene a muchos campesinos de “pelo parado”, teniendo en cuenta que, a las dificultades ambientales y sociales con las empresas reforestadoras y mineras, se suma un nuevo actor que amenaza la diversidad biológica de nuestras montañas.

La Diversidad Biológica constituye, de acuerdo al concepto de la ONU[1], “la base de la vida y de los servicios esenciales que brindan los ecosistemas”, sin embargo, cada día nuestros campesinos observan como ese “fundamento de los medios de vida y el desarrollo sostenible de la población en todas las esferas de actividad, incluidos los sectores económicos como la agricultura, la silvicultura, la pesca y el turismo, entre otros”; viene  desapareciendo y, consecuentemente, afectando las comunidades, su vida, su bienestar… su dignidad.

Siguiendo los principios rectores de la ley 99 de 1993, la biodiversidad del país está definida como “patrimonio nacional y de interés de la comunidad” y, a su vez, goza de protección prioritaria con aprovechamiento “en forma sostenible”. Ahora, nuestra ley también tiene su fundamento en los principios de la Declaración de Río sobre Medio Ambiente y Desarrollo, pero al observar atentamente la normativa ambiental colombiana, las estrategias o mecanismos para “eliminar las modalidades de producción y consumo insostenibles y fomentar políticas demográficas apropiadas[2] se observan insuficientes y carentes de conocimiento real de los territorios.

El problema no sólo se vive en Jericó con un nuevo sistema productivo que, indudablemente,  preocupa a las comunidades dados los impactos generados en el medio ambiente, los recursos naturales y el bienestar de la población rural. El problema crece en todo Colombia con políticas que se alejan de las necesidades reales de los territorios, que son permeadas por grandes maquinarias productivas y, que desconocen la importancia de la investigación y el conocimiento para alcanzar un Desarrollo Sostenible acorde a los principios rectores de la protección ambiental de todo el mundo. […]

@pipecorreac











[2] Declaración de Río sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo. Principio 8. http://www.un.org/spanish/esa/sustdev/agenda21/riodeclaration.htm

domingo, 1 de mayo de 2016

Con nuestros caballos: Unamos, no dividamos!

Los caballos han sido, durante siglos, compañeros incansables en la construcción de nuestros territorios. Reconocerlos como tal, y no como un nuevo elemento de división, será un nuevo ejercicio social de respeto y tolerancia en el camino hacia la paz.


Muchos debates se han generado en los últimos días frente a la realización, o no, de la tradicional cabalgata de la Feria de las Flores. Con detenimiento observe algunas de esas discusiones que, hoy desde las montañas, analizo desde mi visión de caballista y campesino.

En primer lugar, considero que el rechazo social hacia las prácticas que atentan contra la integridad de los animales, es la simple y lógica consecuencia de reiterados comportamientos abusivos contra los equinos en cabalgatas públicas como la de Feria de Flores, Feria de Cali e incluso, el “Festival de la Cometa” en mi pueblo Jericó.

Como amante del campo, de sus experiencias y diversidad de recursos, tengo también que reconocer que los comportamientos abusivos contra los caballos no están generalizados en todos los caballistas, sin embargo, ese pequeño porcentaje de “mulas” que montan a caballo, ha hecho el escándalo por todos.

Defender el caballo como el amigo de nuestras jornadas de trabajo, de paseo y hasta de vida, es casi un principio de quien se considera realmente caballista. Sobrepasar los límites cuando disfrutamos de ese amigo, nos aleja de ese primer principio que involucra el respeto hacia el caballo y, por ende, hacia nosotros mismos como caballistas.

Los caballos son animales leales, trabajadores y alegres. Son animales que llevan en sus lomos la historia de nuestro país y de gran parte de nuestro continente. Defenderlos, implica asumir una posición objetiva dentro de esos parámetros de respeto y tolerancia.

La última semana ha transcurrido entre insultos y comentarios irrespetuosos, surgen en las redes sociales y se multiplican de un lado y del otro, caballistas y opositores a la cabalgata rompiendo todo límite de respeto, de tolerancia y de construcción de paz. La apreciación positiva que inicialmente asumió Federico Gutiérrez, Alcalde de Medellín, frente al posible regreso de la cabalgata a la Feria de las Flores desató una tormenta de división y pelea en las diferentes redes.

Luego de realizar un ejercicio realmente democrático, de abrir los oídos a las diferentes percepciones ciudadanas, fue el mismo Federico Gutiérrez quien a través de las redes informó sobre su decisión de continuar con una Feria de Flores sin Cabalgata, posición que respeto y comparto, finalmente nuestros caballos tienen sus espacios: Uno natural en nuestras montañas, entre caminos de herradura, cultivos y amplias praderas; y otro de escenarios artificiales en las Ferias Equinas y Vaqueras donde los caballos son cuidados y tratados con respeto, con observancia de reglamentos donde prima la integridad del caballo y el caballista.

En Medellín, no triunfó el populismo ni la clase politiquera, en Medellín hemos visto un verdadero ejercicio de democracia, de valores ciudadanos y de una decisión realmente objetiva frente a los valores de quienes amamos el campo, de quienes amamos nuestros caballos. El llamado para todos debe ser claro, nuestros caballos siempre han sido símbolo de unión y de trabajo conjunto, no permitamos que se conviertan en un elemento de división, en un elemento que nos aleje de la paz.