No era de la ciudad pero ya hacía presencia en la cabeza de quienes habitaron la montaña durante decenas de años. Su marca, indeleble, se veía y mencionaba en cada rincón.
Algunas cabezas maestras, empezaron a hacer de él una imagen visible pero su orgullo de ver por encima del hombro deterioraba día a día su imagen. Los rayos del sol osaban acariciarlo frecuentemente pero la lluvia arrugaba su cuerpo y su espíritu.
Al igual que el sombrero, la cabeza que decía ser maestra entre los maestros, sólo tenía copa y alas. A diferencia del rey Guarniel, que durante años protegió los más íntimos secretos, historias y patrimonio de la vereda, la ausencia de orejas impidieron que el sombrero escuchara el clamor de la ciudad... Él sólo quería estar a la cabeza.
Cuatro años bastaron para que el sombrero perdiera su cercanía con el territorio, pero siempre se recordará que en la tierra del Guarniel, el sombrero gobernó.
@pipecorreac